En los nueve meses que llevo en China apenas he viajado por el país. He dedicado buena parte del tiempo libre a estudiar mandarín, practicar kung fu (功夫) y tai chi chuan (太極拳), aproximarme a la cultura china a través del cine y lecturas, seguir en contacto con mis orígenes visitando el Instituto Cervantes, reflexionar sobre mí misma y lo que me rodea, conocer personas (otros extranjeros, para concretar) con las que explorar Beijing y hablar sobre China, despedir a muchas de ellas, interactuar lo más posible con la sociedad china,...
En julio del año pasado viajé cuatro días por la cercana provincia de Shanxi (山西) en soledad. En cierto modo fue un viaje iniciático que me ayudó a moverme con más agilidad en estaciones de trenes, negociar precios con los agentes turísticos, salir de la comodidad de Beijing, aplicar los escasos conocimientos de mandarín que tenía por entonces para comprar billetes de tren y autobús, buscar hoteles, pedir comida en restaurantes, llegar a sitios,... De Beijing tomé un tren nocturno hacia Taiyuan (太原), la capital de la provincia; de ahí me desplacé a Pingyao (平遥). Luego regresé a Taiyuan para tomar un tren nocturno hacia Datong, en el norte de la provincia, en cuyos alrededores se encuentran las cuevas de Yungang y el monasterio colgante de Heng Shan, que visité el último día del viaje. Taiyuan y Datong son ciudades industriales, mientras que de Pingyao destaca la ciudad antigua que se esconde tras sus conservadas murallas. Tanto unas como otra me parecieron interesantes desde diferentes puntos de vista. Partía con ciertos prejuicios sobre la contaminación que me iba a encontrar en las dos primeras ciudades, sobre todo en Datong, rodeada de minas de carbón, pero no aprecié demasiada diferencia con el aire que respiraba en Beijing por entonces. También encontré templos que visitar allí y, sobre todo, disfruté observando el ajetreo cotidiano de estás ciudades de provincias. Pingyao me la habían descrito como un lugar maravilloso, evocador (de hecho en una de las villas de las afueras se filmó la película de Zhang Yimou "La linterna roja"). Sin embargo, aunque admito que la ciudad antigua tiene un gran encanto, la encontré demasiado pensada para el turista.
Finalizados los Juegos Olímpicos de Beijing, a finales de agosto, aproveché que unos compañeros de Frontiers (la academia de mandarín a la que iba por entonces) programaban un fin de semana en la ciudad Chengde (承德) para hacer lo propio por mi cuenta y vernos allí. Aunque Chengde, en la vecina provincia de Hebei, no está muy lejos de Beijing y es muy turística por sus numerosos atractivos, tuve muchos problemas para encontrar un hotel donde pasar la noche. No pernocté en la calle, pero finalmente, después de varias horas de búsqueda frustrada porque al parecer no había habitaciones, tuve que alojarme en uno de los hoteles más caros de la ciudad, destinado exclusivamente para extranjeros. Me sorprendió mucho que en una ciudad en la que se puede visitar un jardín imperial catalogado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO me vetaran el alojamiento por el hecho de ser extranjera, como me confirmaron en uno de los últimos hoteles a los que fui.
En diciembre hice unos de los viajes obligados a priori: Shanghai. No me arrepiento de haber ido, pero no creo que vuelva muy pronto. Me pareció una ciudad agresiva, aunque quizás se deba a que es más dinámica que Beijing. Me fascina la arquitectura de vanguardia y las vistas del Pudong desde el Bund me encantaron. Pero el aspecto comercial me decepcionó bastante. En algunos momentos, sobre todo paseando por Nanjing Lu (南京路), me sentí como en cualquier calle comercial del mundo, sea la calle Preciados en Madrid o la zona de Piccadilly Circus en Londres, en la que uno se ve inducido a la vorágine consumista.
Tengo muchos lugares marcados en el mapa como destinos deseables. En estos momentos estoy elaborando la ruta de un viaje por China que me llevará próximamente por las provincias de Shaanxi, Sichuan, Chongqing (municipio), Hubei, Hunan, Guangxi (región autónoma), Guangdong, Hong Kong (región administración especial), Macao (idem), Fujian, Zhejian, Jiangsu, Anhui, Henan y Shangdong. Pendientes quedan Xinjiang, Tíbet y Yunnan, regiones autónomas de China caracterizadas por la diversidad étnica. El contraste puede ser interesante.