Hoy es el primer día del nuevo año lunar, dedicado al buey o a la vaca ( 牛 [niú]), que se celebra en buena parte de Asia oriental; principalmente en China, precisamente por eso se suele denominar "año nuevo chino", pero también en Singapur, Vietnam, Coreas, Japón,... pueblos tradicionalmente influidos por la cultura han.
Este es también mi primer "año nuevo chino" en China. Aterricé en Beijing el 19 de abril de 2008 por la mañana. Han pasado más de nueve meses desde entonces, pero tengo un perfecto recuerdo de la llegada. Y, aunque después de nueve meses ya se ha visto mucho de esta ciudad, he de decir que el espectáculo popular de fuegos artificiales de la nochevieja del año lunar me han dejado fascinada.
Me uní a otros amigos extranjeros que viven en Beijing en casa de Janaina y Paula, dos compañeras brasileñas, para celebrar juntos la nochevieja del año lunar, conocida aquí como 除夕 [chúxī]. La tradición china marca que la nochevieja se celebra en familia, cocinando pequeñas empanadillas (饺子 [jiǎozi]), siguiendo la gala de fin de año de la CCTV y espantando a los malos espíritus que llegan con el cambio de año con ayuda de la pólvora; pero como 老外 [lǎowài] que somos, lo celebramos a nuestra manera. Nos juntamos un grupo de extranjeros que bien podría ilustrar una viñeta de la era global que dicen que vivimos (brasileñ@s, mexicana, franceses, italiana, suecos con ascendencia iraní y libanesa, egipcia, indio, búlgara, española,...). La fiesta comenzó con comida y bebida (sakerinhas con sabor brasileño), siguió con música, bailes, fotos, guitarras y magníficas improvisaciones de mi tocaya mexicana. Cuando se acercaba la medianoche el cielo de Beijing se llenó de luz y color. Nos aproximamos a la ventana de la habitación de Janaina, en un decimonoveno piso, para contemplar el espectáculo, que se prolongaba sin fin. Regresar a mi casa fue una tortura por los petardos, que no dejaban de sonar y sorprender a cualquier viandante que se arriesgase a atravesar la noche.
Estos días del Festival de Primavera (春节 [chūnjié]), como se denomina en China esta fiesta, estoy tratando de acercarme a la celebración popular. Hoy he ido a una de las ferias del templo (庙会 [miàohuì]) más conocidas y, por ende, más concurridas de Beijing, la que se organiza en el parque del Templo de la Tierra (地坛公园 [Dìtán Gōngyuán]). Me ha impresionado el colorido, dominado por el rojo de los farolillos que colgaban de los árboles. El ambiente, a pesar de la mucha (excesiva) gente que había, era sensacional.
Este es también mi primer "año nuevo chino" en China. Aterricé en Beijing el 19 de abril de 2008 por la mañana. Han pasado más de nueve meses desde entonces, pero tengo un perfecto recuerdo de la llegada. Y, aunque después de nueve meses ya se ha visto mucho de esta ciudad, he de decir que el espectáculo popular de fuegos artificiales de la nochevieja del año lunar me han dejado fascinada.
Me uní a otros amigos extranjeros que viven en Beijing en casa de Janaina y Paula, dos compañeras brasileñas, para celebrar juntos la nochevieja del año lunar, conocida aquí como 除夕 [chúxī]. La tradición china marca que la nochevieja se celebra en familia, cocinando pequeñas empanadillas (饺子 [jiǎozi]), siguiendo la gala de fin de año de la CCTV y espantando a los malos espíritus que llegan con el cambio de año con ayuda de la pólvora; pero como 老外 [lǎowài] que somos, lo celebramos a nuestra manera. Nos juntamos un grupo de extranjeros que bien podría ilustrar una viñeta de la era global que dicen que vivimos (brasileñ@s, mexicana, franceses, italiana, suecos con ascendencia iraní y libanesa, egipcia, indio, búlgara, española,...). La fiesta comenzó con comida y bebida (sakerinhas con sabor brasileño), siguió con música, bailes, fotos, guitarras y magníficas improvisaciones de mi tocaya mexicana. Cuando se acercaba la medianoche el cielo de Beijing se llenó de luz y color. Nos aproximamos a la ventana de la habitación de Janaina, en un decimonoveno piso, para contemplar el espectáculo, que se prolongaba sin fin. Regresar a mi casa fue una tortura por los petardos, que no dejaban de sonar y sorprender a cualquier viandante que se arriesgase a atravesar la noche.
Estos días del Festival de Primavera (春节 [chūnjié]), como se denomina en China esta fiesta, estoy tratando de acercarme a la celebración popular. Hoy he ido a una de las ferias del templo (庙会 [miàohuì]) más conocidas y, por ende, más concurridas de Beijing, la que se organiza en el parque del Templo de la Tierra (地坛公园 [Dìtán Gōngyuán]). Me ha impresionado el colorido, dominado por el rojo de los farolillos que colgaban de los árboles. El ambiente, a pesar de la mucha (excesiva) gente que había, era sensacional.
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