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Lunes por la mañana: de camino al trabajo

lunes, 2 de febrero de 2009

7:23 am::: Después de eludir los engorrosos e inoperantes controles de seguridad de la entrada de la estación empleando la estrategia local clásica (mirar para otro lado y, si me detienen, responder con听不懂 [tīngbùdǒng] hasta varias veces si es necesario), me aproximo al andén de Dongshishitiao. Llega el metro, me siento y saco el libro que me ha traído Rita de España hace un par de días, dispuesta a leer la primera página... me sumerjo en la lectura del bestseller...

El puerto
El contenedor se balanceaba mientras la grúa lo transportaba hacia el barco. Como si estuviera flotando en el aire, el spreader, el mecanismo que engancha el contenedor a la grúa, no lograba controlar el movimiento. Las puertas mal cerradas se abrieron de golpe y empezaron a llover decenas de cuerpos. Parecían maniquíes. Pero en el suelo las cabezas se partían como si fueran cráneos de verdad. Y eran cráneos. Del contenedor salían hombres y mujeres. También algunos niños. Muertos. Congelados, muy juntos, uno sobre otro. En fila, apretujados como sardinas en la lata. Eran los chinos que no mueren nunca. Los eternos que se pasan los documentos de uno a otro. Ahí es donde habían acabado. Los cuerpos que las imaginaciones más calenturientas suponían cocinados en los restaurantes, enterrados en los huertos de los alrededores de las fábricas, arrojados por la boca del Vesubio. Estaban allí. Caían del contenedor a decenas, con el nombre escrito en una tarjeta atada a un cordón colgado del cuello. Todos habían ahorrado para que los enterraran en su ciudad natal, en China. Dejaban que les retuviesen un porcentaje del sueldo y, a cambio, tenían garantizado un viaje de regreso una vez muertos. Un espacio en un contenedor y un agujero en un pedazo de tierra china. Cuando el hombre que manejaba la grúa del puerto me lo contó, se tapó la cara con las manos y siguió mirándome a través del espacio que había dejado entre los dedos. Como si aquella máscara de manos le infundiera valor para hablar. Había visto caer cuerpos y ni siquiera había tenido que dar la voz de alarma, que avisar a nadie. Simplemente había depositado el contenedor en el suelo, y decenas de personas surgidas de la nada los habían metido todos dentro y habían retirado los restos con un aspirador. Así era como funcionaban las cosas. Todavía no acababa de creérselo, esperaba que fuese una alucinación debido al exceso de horas extraordinarias. Juntó los dedos para taparse la cara por completo y prosiguió su relato gimoteando, pero yo ya no entendí lo que decía.

"Gomorra. Un viaje al imperio económico y al sueño de poder de la camorra"
Roberto Saviano

::: 前门到了[qiánméndàole]... we are arriving to Qianmen subway station... Alzo la vista y me detengo en las miradas de los chinos y chinas de mi alrededor, muchos de los cuales se levantan de sus asientos para salir del vagón. La lectura y su contexto me han dejado en un estado inquieto. Sigo hasta mi destino, Xuanwumen; sigo reflexionando sobre la vida y sus secretos...

8:35 am::: "News Analysis: New massive Gaza operation unlikely despite renewed"... para traducir...

1 comentarios:

Jana Jan dijo...

Li este livro no Brasil, bastante inquietante. Em dias em que me sinto pessimista, acho que o ser humano simplesmente não deu certo. :(